Como sociedades nos hemos vuelto expertos en crear leyes para delimitar lo que se puede y lo que no se puede hacer, existen constituciones, reglamentos dentro de las escuelas, los clubes deportivos, reglamentos de tránsito, etc. parece ser que los seres humanos no tenemos la capacidad de decidir libremente lo que podemos y no podemos hacer viviendo en paz dentro de una sociedad. Y al parecer estas reglas son lo único que ayuda a mantener esta sociedad funcionando y ocultar un poco el nivel de degradación y corrupción que existe en este mundo caído.
Sin embargo; ¿Cómo son las reglas que Dios da para sus hijos, para los futuros habitantes de una ciudad celestial? Muchas personas piensan que la Biblia es un libro lleno de reglas sobre lo que debemos y no debemos hacer; y como cristianos, muchas veces buscamos reglas para aplicarlas en nuestras iglesias y en nuestras vidas y llegamos a tener incluso discusiones sobre si debemos o no vestirnos de determinada manera, ir a fiestas o no, si debemos o no bailar, ingerir bebidas alcohólicas o no hacerlo, cortarnos el pelo de cierta manera o no cortarlo, comer pan de muerto o no comerlo, alabar a Dios con determinado instrumento musical o no hacerlo, y la lista podría volverse interminable.
En Marcos 3:1-5 NO vemos a Jesús pasando por encima de la ley que su Padre había dado tiempo atrás, mas bien le vemos enseñándonos a cumplir esa ley y nos mostró que nuestro Padre no es un Dios inflexible y caprichoso quien está esperando el momento en que uno de sus hijos rompa una de sus reglas para castigarle. Jesús nos enseñó que más importante que nuestras acciones es lo que nos mueve a hacerlas. No tanto lo que hacemos sino ¿por qué lo hacemos?
Gálatas 5:1-14 nos habla acerca de la libertad que tenemos en Cristo, el versículo 6 nos habla de la fe y el amor y el versículo 14 nos habla de que el cumplimiento de la ley es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, Dios nos da libertad para vivir nuestras vidas y es una libertad que no está basada en reglas, sin embargo es una libertad que debe estar basada en la fe en Dios y el amor a Dios y a nuestro prójimo. Si amamos a nuestro prójimo no vamos a necesitar reglas para vivir. Cuando Jesús iba a sanar al hombre de la mano seca, había quien quería demostrar como Jesús desobedecía a Dios al romper una regla y sanar en día de reposo, pero Jesús fue más allá de si estaba rompiendo una regla o no, Jesús no se puso a pensar de si era lícito sanar o no a ese hombre. De cierta manera, Jesús les dijo que lo que iba a hacer era algo bueno para ese hombre, un acto de amor y el amor al prójimo cumple la ley.
Al decidir hacer o no hacer algo no nos debemos preguntar tanto si estamos o no rompiendo una de las reglas de Dios, sino preguntarnos si al hacerlo estamos amando y demostrando amor a nuestro prójimo y si es así debemos actuar con fe en la libertad que Dios nos da.
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