martes, 21 de junio de 2016

"USA TU LENGUA PARA BENDECIR, NO PARA MALDECIR"

Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
Santiago 3:1-12

La lengua es un músculo indispensable para el cuerpo, sirve para alimentarse, para hablar, contiene millones de glándulas salivales que nos permiten reconocer cada sabor e identificar los que nos agradan o desagradan.
Pero así como es muy útil, también es destructiva.
A veces invadidos por coraje, envidia, pleitos, contienda, etc decimos palabras que pueden desde dejar heridas en el alma hasta destruir relaciones de todo tipo.
Todo esto por no aprender a dominarla, ningún hombre puede hacerlo o decir que no miente porque Él único ser perfecto es Dios.
Los seres humanos han logrado dominar los seres terrestres y acuáticos de la naturaleza, desde los salvajes hasta los domésticos, pero nos dejamos dominar por un músculo tan pequeño que puede ser tan destructivo y venenoso, maldecimos a nuestros semejantes y alabamos a nuestro Padre, olvidando que estamos hechos a su imagen y semejanza de Él.

No podemos del mismo miembro dar bendición y maldición, así como de una misma fuente no puede salir agua salada y dulce al mismo tiempo.
Y no debemos hacer eso porque contaminamos nuestro cuerpo, corazón y alma, además de herir a quienes nos rodean.
Debemos en oración y de todo corazón pedir a Dios dominio propio para poder frenar nuestra lengua y usarla para edificar:
Guarda tu lengua del mal,Y tus labios de hablar engaño.
Salmos 34:13
Por eso debemos luchar día a día por no contaminar nuestro cuerpo, que es templo del Espíritu Santo, evitando decir malas palabras, maldiciones, mentiras e intrigas.
Antes bien usar nuestra lengua para dar palabras de bendición y alabar a nuestro Padre Celestial:
Y mi lengua hablará de tu justicia Y de tu alabanza todo el día.
Salmos 35:28

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