lunes, 4 de julio de 2016

"TODO LO QUE RESPIRE, ALABE A JEHOVÁ"

Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. Alabadle a son de bocina; Alabadle con salterio y arpa. Alabadle con pandero y danza; Alabadle con cuerdas y flautas. Alabadle con címbalos resonantes; Alabadle con címbalos de júbilo. Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya.
Salmos 150

Tenemos a un Dios TODOPODEROSO, digno de ser exaltado, glorificado, amado y de recibir alabanza y honra.

Alabarlo por la grandeza infinita de su amor, por la belleza y hermosura de su creación.

Es tan maravilloso servir a un Dios Omnipotente, creador de grandes maravillas que a diario nos deja contemplar: un atardecer, la lluvia, el estruendo de los truenos, la inmensidad del mar, la grandeza de montañas y el poder de bestias imponentes, la belleza de incontables flores y criaturas que por medio de Su Mano fueron hechas y por el soplo de su aliento cobraron vida.

Toda su infinita y divina creación, todo aquello que respire debemos alabar a Dios con júbilo, alegría y gozo, reconociendo que no hay Dios tan grande como Él que merezca alabanza, gloria y honra.

Sólo Él gran Yo Soy, Jehová de los ejercitos, hacedor de grandes e innumerables proezas que nos ama infinitamente, que derrama bendiciones y misericordias sobre buenos y malos, merece ser alabado en su santuario, en nuestro corazón, en nuestro diario vivir, alabarlo siempre; con cantos, danza, música, a nuestra manera todo ser viviente alabe y bendiga la Santidad de su nombre.
Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová: y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre: entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová.

2 Crónicas 5:13

Cuando alabamos a nuestro Padre Celestial, con todo nuestro ser, Él está ahí, inundando nuestra alma con su Espíritu Santo, siendo siempre nuestro remanso de paz eterna.

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