viernes, 1 de julio de 2016

"VOLVER A BRAZOS DE NUESTRO PADRE"


También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
Lucas 15:11-32.

Todos en algún momento hemos dejado entrar la soberbia en nuestro corazón, sintiendo que no necesitamos nada ni de nadie, ni que jamás lo haremos.
Tomamos decisiones sin pensar, alejados de la sabiduría tanto de nuestros padres terrenales y peor aún de nuestro Padre Celestial, dejándonos llevar por los placeres pasajeros que este mundo nos ofrece y lamentablemente tarde o temprano enfrentaremos las consecuencias de las malas decisiones que hemos tomado, padeciendo sufrimiento que pudimos habernos evitado si en nuestro corazón guardamos humildad y mantenemos nuestro corazón, nuestra mente y nuestra fe en nuestro Padre Celestial que siempre nos espera con los brazos abiertos a que con arrepentimiento sincero volvamos a Él con el corazón dispuesto a seguir viviendo en obediencia, recordando siempre que todas las cosas nos ayudan a bien si ponemos nuestra confianza en el Todopoderoso, buscando agradarle  en todo momento y buscando su presencia.

Me mostrarás la senda de la vida;En tu presencia hay plenitud de gozo;Delicias a tu diestra para siempre.
Salmos 16:11

No nos apartemos de Dios, no entremos en contiendas con nuestros padres, los seres que Dios eligió para ser nuestros para que llegáramos a este mundo y la mejor manera de reconocer y agradecer su amor y sacrificio que han hecho por nosotros, es honrandolos con nuestra vida, dando testimonio de nuestra fe, amor y gratitud.
Recordando y sobre todo poniendo en práctica el mandamiento de la ley de Dios:

Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
Éxodo 20:12
No olvidemos que nuestro Padre es maravilloso y compasivo, lento para la ira y grande en misericordia.
Dios perdona nuestros pecados cuando ve en nuestro corazón sincero arrepentimiento.

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